Hoy la #SelecciónMexicana demostró que es el gigante de la
CONCACAF. Quienes vieron el juego de México vs Estados Unidos pudieron ser
testigos de un juego en el que México parecía eso: un gigante torpe, lento,
predecible.
Estados Unidos regaló la media cancha, le entregó el balón a México y la Selección hizo lo que les pidió el Chepo. Tocó el balón lento, de un lado a otro, construyó cada jugada con la paciencia del relojero. Estados Unidos agradeció ese futbol artesanal y resolvió atrás un juego en el que no se le exigió demasiado.
México jugó al futbol como lo hacen los adultos. Se olvidó por completo de que es un juego, una actividad lúdica y se puso a trabajar en la cancha, a sufrir en la cancha.
Este México me recordó mucho al Toluca del Apertura 2010, en el que el futbol era un ejercicio de repetición similar al de un niño “macheteando” las tablas de multiplicar.
En el juego del Chepo no hay espacio para la improvisación. La creatividad es un lujo que no se puede dar ese obrero del balón. Estudioso como pocos y trabajador incansable, José Manuel de la Torre dirige un equipo disciplinado que rehúye a la picardía, y deja sin alma al futbol de los mexicanos. Sin esa razonable dosis de libertad para la creación en la cancha, es un desperdicio alinear a Giovani y a Guardado.
El futbol es una actividad que se renueva en cada jugada, nos cautiva y nos mantiene con el alma en vilo porque, con el silbatazo inicial inicia la incertidumbre, no sabemos qué va a pasar. Chepo rompe la magia y la ilusión. No es su culpa, es una cuestión de geometría básica. En el mundo del futbol, según Villoro, Dios es redondo y, tristemente para México, el Chepo es cuadrado.
Estados Unidos regaló la media cancha, le entregó el balón a México y la Selección hizo lo que les pidió el Chepo. Tocó el balón lento, de un lado a otro, construyó cada jugada con la paciencia del relojero. Estados Unidos agradeció ese futbol artesanal y resolvió atrás un juego en el que no se le exigió demasiado.
México jugó al futbol como lo hacen los adultos. Se olvidó por completo de que es un juego, una actividad lúdica y se puso a trabajar en la cancha, a sufrir en la cancha.
Este México me recordó mucho al Toluca del Apertura 2010, en el que el futbol era un ejercicio de repetición similar al de un niño “macheteando” las tablas de multiplicar.
En el juego del Chepo no hay espacio para la improvisación. La creatividad es un lujo que no se puede dar ese obrero del balón. Estudioso como pocos y trabajador incansable, José Manuel de la Torre dirige un equipo disciplinado que rehúye a la picardía, y deja sin alma al futbol de los mexicanos. Sin esa razonable dosis de libertad para la creación en la cancha, es un desperdicio alinear a Giovani y a Guardado.
El futbol es una actividad que se renueva en cada jugada, nos cautiva y nos mantiene con el alma en vilo porque, con el silbatazo inicial inicia la incertidumbre, no sabemos qué va a pasar. Chepo rompe la magia y la ilusión. No es su culpa, es una cuestión de geometría básica. En el mundo del futbol, según Villoro, Dios es redondo y, tristemente para México, el Chepo es cuadrado.