Saltillo, La Nueva Detroit, La Tierra de la Amistad, Ciudad del clima ideal, Casa de los Saraperos de la Liga Mexicana de Béisbol, de los Lobos en la Liga Mayor de Futbol Americano Estudiantil, de los Lobos de la Liga Nacional de Baloncesto Profesional; Saltillo ha tenido, desde siempre, la frustrada aspiración de tener un equipo de futbol al cual apoyar. Durante los noventa, por un corto periodo, tuvimos en Saltillo algo parecido.
La filial de Segunda División de los Rayados de Monterrey quiso mudarse a la capital coahuilense para representarla vistiendo sus colores. El Saltillo Soccer comenzó a arraigar durante los primeros años de la década pasada, pero esta luna de miel no duró mucho. Con el nacimiento de la Primera A, el Saltillo Soccer cambió su nombre por el de Coyotes de Saltillo. Con el nuevo nombre llegó el uniforme a rayas del equipo de Primera División y se fueron los colores negro y Aqua, que han identificado a los equipos de la tierra de Armillita. Con los colores, se fue poco a poco la identificación de la afición local con el equipo.
Aún así, la noble afición saltillense acudía a apoyar a “sus” Coyotes. Entre la incipiente masa de aficionados al futbol (en tierra de pelota caliente), nos encontrábamos, de vez en cuando, mi padre y yo. Una tarde sabatina de 1998, en los albores del segundo tiempo del encuentro inaugural del torneo, mi padre me señaló el campo de juego para comentarme: “ese muchacho brasileño, el nuevo, me parece muy bueno, le he visto muy buenas cosas. Mira cómo se mueve, juega distinto, me parece que va a llegar muy lejos”.
Voz de profeta tuvo mi padre aquel sábado, bajo el implacable sol de las cuatro de la tarde. Ese muchacho brasileño subiría la temporada siguiente a la primera División, y un año después, ante la salida de Fabián Estay, en el Torneo de Invierno 1999 llegaría a responsabilizarse de armar los ataques del equipo más temible de México, los Diablos Rojos de Enrique Meza.
Hoy mi padre, orgulloso abuelo escarlata, quiere mirar hacia atrás en la historia, comparto con ustedes lo que, hablando de Sinha, me comenta:
“Bueno, ya que hablas de Antonio Naelson, yo te quiero platicar de los ‘dieces’ de antaño, de mi época. Entonces se les llamaba enlace, se usaba la formación “VW” (3-2-5). Por esos días los brasileños comenzaron con su 4-2-4, que en la practica nunca funcionó, pues lo que quedaba era un 4-4-2, que ha servido de base para las formaciones estratégicas actuales.
“Regresando a los Diablos de antaño y sus dieces, me vino a la memoria uno de mis ídolos como armador del Deportivo Toluca, su nombre: Manuel Malanchane; un rubio argentino que surtía de balones a Carlos “Monito” Carúz, uno de los delanteros mas contundentes del equipo Toluca, claro, gracias a la colaboración de Malanchane. Este sudamericano tenía una técnica individual increíble, conocía muy bien a cada uno de sus compañeros y tenia un toque privilegiado. Fue, creo, al primero que le vi tirar con chanfle, aunque lo usaba poco.
“Para que te des una idea de cómo se las gastaba este talentoso enlace, hay una anécdota que te comparto al costo. Creo que el entrenador del Toluca era el Gavilán García. En un entrenamiento les estaba enseñando a parar el balón cuando venía de un despeje de portero o de un pase largo, y les mostraba como matarlo pisando la pelota. Uno a uno, los jugadores iban haciendo esa jugada, cuando le toco el turno a Malanchane, corrió al encuentro del balón y le metió el empeine para matar el balón y, en lo que pareció un solo movimiento, de ‘taquito’, se lo entregó al entrenador y se fue a sentar tranquilamente con el resto de sus compañeros”.
La filial de Segunda División de los Rayados de Monterrey quiso mudarse a la capital coahuilense para representarla vistiendo sus colores. El Saltillo Soccer comenzó a arraigar durante los primeros años de la década pasada, pero esta luna de miel no duró mucho. Con el nacimiento de la Primera A, el Saltillo Soccer cambió su nombre por el de Coyotes de Saltillo. Con el nuevo nombre llegó el uniforme a rayas del equipo de Primera División y se fueron los colores negro y Aqua, que han identificado a los equipos de la tierra de Armillita. Con los colores, se fue poco a poco la identificación de la afición local con el equipo.
Aún así, la noble afición saltillense acudía a apoyar a “sus” Coyotes. Entre la incipiente masa de aficionados al futbol (en tierra de pelota caliente), nos encontrábamos, de vez en cuando, mi padre y yo. Una tarde sabatina de 1998, en los albores del segundo tiempo del encuentro inaugural del torneo, mi padre me señaló el campo de juego para comentarme: “ese muchacho brasileño, el nuevo, me parece muy bueno, le he visto muy buenas cosas. Mira cómo se mueve, juega distinto, me parece que va a llegar muy lejos”.
Voz de profeta tuvo mi padre aquel sábado, bajo el implacable sol de las cuatro de la tarde. Ese muchacho brasileño subiría la temporada siguiente a la primera División, y un año después, ante la salida de Fabián Estay, en el Torneo de Invierno 1999 llegaría a responsabilizarse de armar los ataques del equipo más temible de México, los Diablos Rojos de Enrique Meza.
Hoy mi padre, orgulloso abuelo escarlata, quiere mirar hacia atrás en la historia, comparto con ustedes lo que, hablando de Sinha, me comenta:
“Bueno, ya que hablas de Antonio Naelson, yo te quiero platicar de los ‘dieces’ de antaño, de mi época. Entonces se les llamaba enlace, se usaba la formación “VW” (3-2-5). Por esos días los brasileños comenzaron con su 4-2-4, que en la practica nunca funcionó, pues lo que quedaba era un 4-4-2, que ha servido de base para las formaciones estratégicas actuales.
“Regresando a los Diablos de antaño y sus dieces, me vino a la memoria uno de mis ídolos como armador del Deportivo Toluca, su nombre: Manuel Malanchane; un rubio argentino que surtía de balones a Carlos “Monito” Carúz, uno de los delanteros mas contundentes del equipo Toluca, claro, gracias a la colaboración de Malanchane. Este sudamericano tenía una técnica individual increíble, conocía muy bien a cada uno de sus compañeros y tenia un toque privilegiado. Fue, creo, al primero que le vi tirar con chanfle, aunque lo usaba poco.
“Para que te des una idea de cómo se las gastaba este talentoso enlace, hay una anécdota que te comparto al costo. Creo que el entrenador del Toluca era el Gavilán García. En un entrenamiento les estaba enseñando a parar el balón cuando venía de un despeje de portero o de un pase largo, y les mostraba como matarlo pisando la pelota. Uno a uno, los jugadores iban haciendo esa jugada, cuando le toco el turno a Malanchane, corrió al encuentro del balón y le metió el empeine para matar el balón y, en lo que pareció un solo movimiento, de ‘taquito’, se lo entregó al entrenador y se fue a sentar tranquilamente con el resto de sus compañeros”.
¡Qué Diablo!