Siempre que los Diablos están próximos a enfrentar al Necaxa llega la nostalgia a la memoria de los veteranos aficionados escarlatas; “eran juegos abiertos, de ida y vuelta, nadie quería perdérselos”, nos cuentan de los agarrones Toluca-Necaxa, o Encasa-Toluca, como es el caso.
De entonces a estas fechas ha corrido mucha agua por el río Lerma. Hoy, siempre que vemos a estos dos cuadros, la memoria inmediata nos remite a la Final del segundo torneo de Verano en México, la de 1998. Ese juego enfrentaba a los mejores cuadros del torneo, que llegaban a la cita en condiciones muy distintas; el Superlíder Toluca libró en ese certamen la amenaza del descenso, batalla en la que era claro favorito para cambiar de categoría; tenía todo por ganar y nada qué perder. El sublíder general, Necaxa, era acaso el equipo más promocionado en los últimos años; por años el perro Bermúdez intentó vender, a voz en grito y cada vez que podía, que Los Rayos eran el “equipo de la década” de los noventas.
En esa final trepidante inició una nueva época para el Toluca y para el Futbol Mexicano, la Época Roja a la que nadie se quiere referir, que nadie promociona y que nadie quiere ver. Toluca está dentro de los cuatro clubes mexicanos más ganadores, y vive sin duda su segunda etapa dorada.
Los promotores del Necaxa quisieron justificar el mote de “Equipo de la década” con tres títulos y dos finales perdidas. Toluca, en sólo tres años superó con mucho lo hecho por Necaxa en su década. Este sábado se le presenta a la escuadra roja una nueva oportunidad de seguir demostrando que los grandes no lo son gracias al marketing, sino al trabajo consciente y dedicado, y a los resultados.
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